Desde hace tiempo, el gobierno nacional tiene la intención de
controlar los contenidos de los medios de comunicación de masas, y para
ello carga su pavorosa arma legal –el manoseado proyecto de ley de
comunicación – con cartuchos de variable calibre y tan defectuosa
fabricación que explotan en la recámara, antes de ser disparados.
Como el señor presidente de la República es un enemigo declarado de la prensa (quien lo dude, que encienda la radio el próximo sábado), los medios ven en este proyecto de ley una clara intención de torpedearlos hasta que se hundan y es natural y lógico que así lo interpreten, porque de un enemigo confeso, uno no puede esperar flores, cortesías e invitaciones a cenar, sino tiros, palos, piedras, botellazos e insultos.
Pero, supongamos por un instante que la fugaz prohibición de “Los Simpson” en Teleamazonas no fue para fastidiar a ese canal, como cualquier hombre de poca fe podría suponer, sino para precautelar la inocencia de niños jóvenes y adolescentes.
Supongamos que una ley crea una comisión encargada de censurar los contenidos de radios, cines y televisoras y que en su celo fundamentalista, esta comisión de talibanes empieza a prohibir y prohibir a diestra y siniestra, a troche y moche, porque prohibir parece ser un deporte de moda que va desde fumar en sitios cerrados (que ya lo estaba) hasta tener un auto viejo pasando por la lidia de gallos o ir a un casino. ¡Si hasta los calefones domésticos estuvieron a punto de pasar al índex de la inquisición!
¿Será que la tal comisión podría acaso sacar del aire radiofónico las letras francamente pornográficas de ciertos “regaettones” cantados, o más bien recitados y repetidos hasta el cansancio en esa empalagosa media lengua de los boricuas?¿Qué podría hacer la comisión para vetar, no ya las músicas, sino la programación completa de emisoras donde improvisados animadores y locutoras dicen barrabasadas idiomáticas y de las otras, en un constante cacareo de risas falsas, ruidos digitales y estupideces surtidas?
¿Podría la comisión combatir contra el poderoso cártel televisivo de Nueva York que mantiene un abominable canal dedicado a promover públicamente el uso de drogas, el culto a la homosexualidad y la provocación permanente a través de una chabacanería indignante?¿Y ese otro canal de cable que invita a “meterse en la mente de un asesino a sueldo”, con qué propósito difunde las razones del sicariato?
No sólo la comida chatarra hace daño; también la televisión – chatarra, la radio – chatarra, el cine – chatarra pueden convertir la mente de los jóvenes en un basural, y ninguna ley ni comisión podrá impedirlo tan bien como lo harían en casa, los papás. Pero para eso hay que prohibir menos y educar más.
Por: Ricardo de la Fuente
Como el señor presidente de la República es un enemigo declarado de la prensa (quien lo dude, que encienda la radio el próximo sábado), los medios ven en este proyecto de ley una clara intención de torpedearlos hasta que se hundan y es natural y lógico que así lo interpreten, porque de un enemigo confeso, uno no puede esperar flores, cortesías e invitaciones a cenar, sino tiros, palos, piedras, botellazos e insultos.
Pero, supongamos por un instante que la fugaz prohibición de “Los Simpson” en Teleamazonas no fue para fastidiar a ese canal, como cualquier hombre de poca fe podría suponer, sino para precautelar la inocencia de niños jóvenes y adolescentes.
Supongamos que una ley crea una comisión encargada de censurar los contenidos de radios, cines y televisoras y que en su celo fundamentalista, esta comisión de talibanes empieza a prohibir y prohibir a diestra y siniestra, a troche y moche, porque prohibir parece ser un deporte de moda que va desde fumar en sitios cerrados (que ya lo estaba) hasta tener un auto viejo pasando por la lidia de gallos o ir a un casino. ¡Si hasta los calefones domésticos estuvieron a punto de pasar al índex de la inquisición!
¿Será que la tal comisión podría acaso sacar del aire radiofónico las letras francamente pornográficas de ciertos “regaettones” cantados, o más bien recitados y repetidos hasta el cansancio en esa empalagosa media lengua de los boricuas?¿Qué podría hacer la comisión para vetar, no ya las músicas, sino la programación completa de emisoras donde improvisados animadores y locutoras dicen barrabasadas idiomáticas y de las otras, en un constante cacareo de risas falsas, ruidos digitales y estupideces surtidas?
¿Podría la comisión combatir contra el poderoso cártel televisivo de Nueva York que mantiene un abominable canal dedicado a promover públicamente el uso de drogas, el culto a la homosexualidad y la provocación permanente a través de una chabacanería indignante?¿Y ese otro canal de cable que invita a “meterse en la mente de un asesino a sueldo”, con qué propósito difunde las razones del sicariato?
No sólo la comida chatarra hace daño; también la televisión – chatarra, la radio – chatarra, el cine – chatarra pueden convertir la mente de los jóvenes en un basural, y ninguna ley ni comisión podrá impedirlo tan bien como lo harían en casa, los papás. Pero para eso hay que prohibir menos y educar más.
Por: Ricardo de la Fuente
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